La historia de la inteligencia artificial (IA) se remonta a la antigüedad, cuando filósofos y matemáticos imaginaron dispositivos que pudieran pensar como los humanos. Sin embargo, fue en 1956 cuando se marcó el inicio formal de esta disciplina en la Conferencia de Dartmouth, liderada por John McCarthy, Marvin Minsky, Allen Newell y Herbert Simon. Este evento dio lugar a una visión optimista sobre la creación de máquinas inteligentes capaces de realizar tareas humanas, como jugar ajedrez o resolver problemas complejos.
En sus primeros años, los investigadores desarrollaron programas que lograron hitos impresionantes, como el «Logic Theorist», que podía demostrar teoremas matemáticos. Sin embargo, las limitaciones computacionales y la falta de datos llevaron a lo que se conoce como el «invierno de la IA» en los años 70, un periodo de desilusión y reducción de financiamiento. Durante los años 80 y 90, el enfoque cambió hacia los sistemas expertos, programas diseñados para replicar el razonamiento humano en dominios específicos, aunque estos también enfrentaron desafíos por su rigidez y altos costos de implementación.
El renacimiento de la IA en las décadas siguientes fue impulsado por avances tecnológicos clave, como el aprendizaje profundo y el acceso a grandes conjuntos de datos. Hoy en día, la IA es un campo dinámico que sigue transformando industrias y redefiniendo los límites de la innovación.